Mensaje de nuestro Consiliario Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodríguez
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Otro día de luz en la vida del cristiano. Miércoles de ceniza. El día que al que uno se le recuerda con la señal de la cruz en la frente que «polvo eres y en polvo te convertirás», o la invitación «¡Conviértete y cree en el ervangelio!».. Las cenizas son los restos de lo que se ha consumido. Un signo que recuerda nuestra condición precaria y nuestro triste estancamiento en el virus del pecado. Uno también puede mirarse en el fuego que ha producido esas cenizas. Para mí, en mi condición de cristiano, ese fuego es el amor divino… Y la Cuaresma surge, entonces, como ese fuego que arde bajo las cenizas: el amor de Dios que se me —nos— ofrece cada momento de nuestra existencia.
Comienza un tiempo de preparación y de purificación del corazón. Un camino para alcanzar la meta de estar repletos del amor de Dios.
La Cuaresma es ese recordatorio de la presencia de Dios en nuestra vida, es la constatación de que Dios, por medio de Cristo, se hace pobre para el enriquecimiento de nuestra vida por medio de su pobreza. Es la constatación viva de la generosidad amorosa de Dios hacia el hombre por Él creado. Es el signo de su donación total.
Hoy comienzan cuarenta días de preparación para la Pascua. Los queremos vivir con un corazón purificado, en ayuno de nuestras dependencias temporales, de nuestros egos personales, de aquellos hábitos que llenan nuestro tiempo, de esos comportamientos que lesionan al que tenemos cerca, de esas palabras que hieren o esos juicios que dañan. Un tiempo para pedirle al buen Dios que nos libere de esos males, los cure, los purifique y los sane.
El medio para conseguirlo y tener al mismo tiempo más cercanía con Dios y con el prójimo es la oración. La oración con el corazón abierto es la mejor preparación para la Pascua. La oración es poner a tumba abierta el yo ante la presencia del Padre, es reconocer la pequeñez de tu vida y reconocer la necesidad de Dios en tu propia existencia. La oración purifica el corazón, las propias experiencias vitales, la expectativas que uno se crea, los deseos que anhela el corazón, la actitud hacia el prójimo. La oración es la válvula que oxigena el alma. Es el encuentro con el amor incondicional que es Cristo.
Pero la Cuaresma es también el encuentro amoroso con el hermano para ofrecerle más tiempo, más corazón, más presencia, más servicio. Es tiempo para compartir, para consolar, para perdonar, para dar esperanza, para dar amor, para servir… en consonancia con la actitud de Cristo en su entrega amorosa a los demás.
Hoy, miércoles de ceniza, nos levantamos con la alegría de que nuestro corazón puede ser purificado. «Polvo eres y en polvo te convertirás», «¡Conviértete y cree en el evangelio!». No nos queda más que esforzarnos a dar lo mejor de nosotros porque estas frases nos recuerda que según los méritos de nuestra alma avanzaremos hacia la gloria de un cuerpo espiritual.
¡Gracias de nuevo por este nuevo encuentro que nos ofreces en estos cuarenta días de Cuaresma caminando junto a Tu Hijo! ¡Queremos, iniciarla, Señor, con un amor desbordante, con un compromiso auténtico, con la intención de interpretar los signos de este tiempo! ¡Ayúdanos, Jesús, a caminar contigo! ¡Ayúdanos, con la fuerza de Tu Espíritu, a vivir el espíritu de sacrificio! ¡Necesitamos, Señor, tu mirada, tus pies, tus manos, tus ojos, tu voluntad y tu memoria! ¡Lo necesitamos como el aire que respiramos! ¡Necesitamos, Señor, tu amor, tu comprensión, tu corazón, tu alma, tu mente para transitar en estos cuarenta días como quiere el Padre! ¡Entra en nuestro corazón, Señor, y acompáñanos cada uno de estos cuarenta días para sembrar amor, alegría, paz, generosidad, humildad, compromiso…! ¡El camino es largo, Señor, hasta la Pascua pero contigo a nuestro lado todo será más fácil y llevadero! ¡Son cuarenta días, Señor, en los que te pedimos que nuestras tristezas se conviertan en alegría, nuestro egoísmo en sencillez, mis falta de caridad en servicio amoroso, mi pecado en gracia, mis soledades en grata compañía, nuestros desánimos en esperanzas…! ¡Caminemos juntos, Señor! ¡Es lo que te pedimos en este día para transitar los cuarenta restantes hacia la Cruz a la luz de la gracia! ¡Gracias, Señor, porque en este tiempo de búsqueda, de discernimiento, de austeridad, de prueba y de conversión nos invitas a no mostrarnos indiferentes y a vivir desde la pequeñez de nuestra vida! ¡Somos tierra, Señor, somos polvo, somos nada! ¡Pero te tenemos a Ti que lo eres todo! ¡Gracias, Señor, por tanto amor y misericordia!
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y les pedimos que nos concedan la gracia de una conversión autentica, porque esta es la hora de la Conversión ¡al cielo con ella! ¡todos de frente valientes!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes saludable, santo, fecundo, y sin temor alguno.
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