Mensaje de nuestro Consiliario, Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodriguez
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades. Queridos enfermos y hospitalarios.
Jesús prometió dos cosas en aquella Última Cena: que estaría con nosotros, aunque de otro modo, y que a los pobres siempre los tendríamos cerca. Corpus Christi es una fiesta cristiana que fija la mirada en el gesto supremo de ese Dios que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Compartió con nosotros los anhelos y las fatigas, las sonrisas más gratificantes y las desgracias que nos hicieron llorar. Aprendió a hablar quién nos vino como Palabra esperada, y tuvo que aprender a andar quien se humanó para pasearnos su mensaje de esperanza real. Al final de sus días, tomó pan en sus manos y alzó la copa del vino escanciado: como ese pan tierno y ese vino generoso ha sido su vida entregada. Comedlo, bebedlo, compartidlo. Es mi cuerpo, es mi sangre. Os lo dejo como sacramento y milagro de mi presencia, acompañando vuestros lances, nutriendo y saciando vuestra hambre y sed de infinito. Es la compañía discreta y amorosa de Dios que se pone al lado de nuestros caminos mientras ensaya ir yendo a nuestro paso. Unas veces lo hace ligero, otras, precipitado, con ágil ritmo o necesitando un resuello. Tal y como se lo impone nuestro garbo, tal y como se lo empuja o retiene nuestros pies o nuestras manos. Pero Él está ahí, sencillamente a nuestro lado.
Hemos de adorar a Jesús-Eucaristía y hemos de reconocerlo también en ese sagrario de carne que son los hermanos, especialmente los más desheredados. Venid adoradores y adoremos. La procesión del Corpus no sólo debe ser en este día, y no sólo en lo extraordinario de unas calles engalanadas al efecto. También mañana, también en los días laborables, en el surco de lo cotidiano, los cristianos debemos seguir nuestra procesión de la Presencia de Jesús en nosotros y entre nosotros. Que quiso Él señalar otra presencia, no obstante, que viene a ser complementaria, sin que a la primera le falte nada. Es su presencia en los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. El Señor en ellos ha tenido hambre y sed, ha tiritado de frío en su carne desnuda, ha sentido la incomprensión en sus injusticias y destierros, y ha hecho suya la enfermedad y su cautiverio encarcelado. Las dos presencias las celebramos los cristianos cuando nos llega la fiesta del Corpus. Las dos procesiones son para nosotros el acicate y la urgencia para un encuentro con el Amor de los amores y con aquellos por los que Él nació, murió y resucitó: los pobres. El amor a Dios y el amor a los que Él ama, son dos amores distintos pero inseparables sencillamente. Él está ahí, esperando que le llevemos y que le reconozcamos. Aquel que dijo estaré siempre con vosotros, nos dijo también que los pobres siempre los tendríamos. Es la procesión de la vida, en donde Dios y cuanto Él ama nos esperan y nos envían.
María en su Visitación hizo la primera procesión del Corpus llevando a Jesús en la santa custodia de sus entrañas. Llegado a Isabel, su prima, saltó de alegría lo que mejor en su adentro llevaba. Que seamos también nosotros custodias vivas, que, llevando al Señor en el corazón, llenemos de alegría la ciudad y de esperanza a las personas que encontramos.
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y nos despedimos hasta el curso próximo en el compromiso de que la fe se pone bañador pero no se toma vacaciones ¡todos de frente valientes!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unos meses saludables, santos, fecundos, pacíficos y pacificadores.
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