Mensaje de nuestro Consiliario, Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodríguez
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades. Queridos enfermos y hospitalarios.
Llega mayo, y en nuestros pueblos un año más nos preparamos para celebrar fiestas y romerías en honor a nuestra Madre, la santísima virgen María. Y es que nos sabemos tremendamente afortunados de tenerla como madre y patrona, como la gran intercesora nuestra ante su hijo, y por ello debemos poner todo nuestro empeño en amarla, honrarla e imitarla. Son muchas sus advocaciones, las maneras que tenemos de llamarla, pero bien sabemos que con todas ellas siempre nos referimos a ella: a la madre. La devoción, en general, es un acto religioso. Se trata, junto con la oración, de uno de los actos interiores de nuestra fe.
La devoción es un acto de la voluntad por el que el hombre se ofrece a Dios y se entrega prontamente a su servicio. En principio la devoción sólo es debida a Dios, pero sin embargo se habla a veces de devoción mariana. Y es que el culto y la devoción a la Virgen es clave para nuestra fe, es muy antiguo en la Iglesia y es fundamental para comprender el devenir de nuestros pueblos. Surge de la realidad de la maternidad divina de María y del papel que Cristo le reservó en la economía de nuestra salvación: la Virgen es Madre de Dios, Theotokos, y madre nuestra. En este sentido, el culto mariano ha tenido siempre una clara connotación cristológica, y siempre ha estado muy presente en el sentir y desarrollo de nuestra sociedad («España, tierra de María», como llamó san Juan Pablo II a nuestro país).
Por eso nos unimos en el Regina Coeli, que es una salutación a la Virgen por la resurrección del Señor. Según esta tradición el Señor, tras su Resurrección, se apareció, antes que a nadie, a su Santísima Madre, para que fuera partícipe del gozo pascual.
Esta es la salutación o felicitación pascual, que se repite en la Iglesia durante todo el tiempo pascual: Reina del Cielo, alégrate; aleluya. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya. Resucitó según dijo; aleluya. Ruega por nosotros a Dios; aleluya. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya. Porque resucitó en verdad el Señor; aleluya.
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y les pedimos que siempre vayamos por María con Jesús, ¡al cielo con Élla! ¡al cielo con Él! ¡todos de frente valientes!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes mariano, saludable, santo, fecundo, pacífico y pacificador.
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