Mensaje de nuestro Consiliario Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodríguez;
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades. Queridos enfermos y hospitalarios.
Identificamos, desde niños, el mes de mayo con María, por la devoción popular de Las Flores y otros recuerdos. El mantener y renovar estas formas de devoción puede ayudarnos en nuestra vida cristiana. Pero hoy quiero fijarme en un aspecto de la devoción a María que considero muy importante y quizás nos pasa desapercibido. Se trata de la relación de la Virgen María con el Espíritu Santo, que ocupó un papel tan importante en su vida y que ha de estar también siempre muy presente en nuestra devoción y culto a María. Se nos ofrece para ello la oportunidad de que, en este año, como en otros muchos, coincide también la gran solemnidad del Espíritu Santo, Pentecostés, en el mes de mayo. Llama la atención que, en la Sagrada Escritura, la primera vez que aparece expresamente el nombre de María es en relación con el Espíritu Santo. En la Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de la Virgen María (LC 1, 35) y la última vez que se cita en la Sagrada Escritura el nombre de María es en el Sumario sobre la comunidad cristiana apostólica de Jerusalén (Hech 1, 14) que se prepara para la solemne Venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
El Espíritu Santo tiene un papel principal en la persona y en la vida de la Virgen María, en su misión como Madre del Hijo de Dios, como en la misión derivada de ésta, como Madre de la Iglesia, de la que su Hijo, es Cabeza. La actitud de María ante el Espíritu es la de escucha atenta a su inspiración y a su palabra, la respuesta incondicional a su llamada y el cumplimiento ejemplar de su misión y voluntad, tanto en el acompañamiento y servicio a su Hijo Jesús, nacido de sus entrañas, como en el cuidado y atención a todos sus hijos, encomendados por el Señor, su Hijo, nuestro Hermano Mayor. Para ello, María fue dotada por Dios con gracias y virtudes especiales y con los dones del Espíritu Santo, que ella acogió con plena disposición y a los que siempre supo corresponder con generosidad.
Al celebrar en el mes de mayo un culto especial y siempre, en la devoción a María, hemos de tener presente que nuestra relación con María, Madre de Dios y Madre nuestra, se expresa, pero no se agota en una manifestación externa, sin influencia en nuestra vida. El culto a la Virgen María, como todo el culto cristiano, ha de llevarnos siempre a vivir los misterios que celebramos, a imitar los comportamientos que recordamos, a cumplir en nuestras vidas las lecciones que los santos nos muestran en sus vidas y a encomendarnos a su protección y amparo.
¡Qué magnífica lección nos ofrece María en este mes de mayo y en la solemnidad del Espíritu en Pentecostés, que ella celebró primero, en ese día, con la primera comunidad cristiana de Jerusalén!
¿Qué nos dice y qué nos pide a nosotros ese mismo Espíritu Santo?
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y aclamamos a la Virgen María y al Espíritu Santo. ¡Al cielo con Ella! ¡Al cielo con Él!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes saludable, santo, fecundo, pacífico, pacificador y ESPERANZADOR. Deseo y palabra de amigo y hermano, de consiliario y delegado.
