Mensaje de nuestro consiliario Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodriguez.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades. Queridos enfermos y hospitalarios.
Este nuevo curso pastoral vuelve a marcar un importante hito en nuestra andadura creyente. El Jubileo de la Esperanza es un marco diferenciador que nos ayudará a aprender unos de otros mientras hacemos camino a la luz del Espíritu. En nuestra Iglesia que camina hacia el Reino de Dios en Granada, nos vemos urgidos a seguir haciendo el camino juntos, sabiendo que en materia celebrativa, catequética, caritativa y de comunión hay realidades que no pueden faltar en cada célula cristiana representada en las grandes o pequeñas comunidades. Pues no podemos perder de vista que lejos de hacer mis caminos, para ir al Señor, se trata de dejar que se hagan los caminos del Señor en mí. Y los caminos de Dios, lejos de ir “cada uno a lo suyo y por libre” siempre se hacen juntos, buscando centrar un mismo sentido y una misma dirección. Ese camino “Juntos”, necesita un componente imprescindible: la Esperanza.
La esperanza hoy, como siempre, no es virtud de un instante, reacción de un momento. Es una actitud permanente, un estilo de vida. La forma de enfrentarse a la vida, propia del cristiano. Nuestra primera tarea para recuperar la esperanza ha de ser «enraizar» nuestra vida en Cristo resucitado. La esperanza cristiana no tiene otros cimientos, solo brota del Señor. Esta esperanza genera una manera nueva de estar en la vida. El cristiano no toma las cosas tal como hoy son, tal como se encuentran ahí. Lo ve todo en marcha, moviéndose hacia la vida definitiva. Esta vida siempre es algo inacabado. Nada es aquí definitivo, ni los logros ni los fracasos. Todo es penúltimo. Todo es algo que vamos dejando atrás. Para el cristiano, la vida es «éxodo», peregrinación. Si tuviéramos ante los ojos solo aquello que vemos en el presente, nos contentaríamos con las cosas tal como son, y a veces estaríamos tristes, a veces, alegres. Pero, por encima de esa alegría o esa tristeza, tratamos de mirar las cosas tal como un día deberán ser. Esto es lo propio de la esperanza.
Por ello, en lugar de vivir animados por un optimismo voluntarista, que se asienta en la confianza en las propias fuerzas y tiende a tomar posturas autorreferenciales; la esperanza cristiana nos hace testigos confiados, no desde nuestra imprescindible entrega; sino desde el infinito amor que Dios nos tiene. Este nuevo curso somos urgidos a no perder la cara del otro, en un camino, no seguro, sino esperanzado.
¡Que la Virgen María, Madre y Señora nuestra de las Angustias, nos acompañe en el camino y nos llene de la esperanza que no defrauda y todo lo alcanza! ANGUSTIAS, la que vive en la carrera. ANGUSTIAS, la madre de amores que vive y reina en nuestros corazones. ¡Viva la Virgen de las Angustias!. ¡Viva la Madre y Reina de Granada!. ¡Viva la Madre de Dios!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un pacifíco y ESPERANZADOR curso. Deseo y palabra de amigo y hermano, de consiliario y delegado.