Mensaje de nuestro Consiliario Rvdo. Sr. José Gabriel Martín
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
El mes de septiembre nos invita a retomar la senda de lo cotidiano después de un tiempo estival marcado por una situación insólita. La pandemia del coronavirus que sigue azotando con fuerza nuestro mundo nos impide realizar una vida normal y expresar entre nosotros el afecto, algo tan humano, tan necesario y tan reconfortante. Precisamente de esto tratan las líneas en este cirio que lleva un título bien sencillo: el abrazo. En la Escritura se nos dice que Dios es amor. La esencia del corazón de Cristo es el amor. Tanto amó Dios al mundo, que envía a su único hijo para que todos podamos creer en Él y así disfrutar de la vida eterna. La cruz es la manifestación más auténtica y perfecta del amor de Dios. ¿Acaso no está Jesús en la cruz con los brazos abiertos dispuesto a darnos un abrazo eterno? Precisamente el gesto de los brazos abiertos es la primera condición para que sea posible un abrazo. ¿Cómo abrazar al otro con los brazos cruzados? ¿Cómo estar en disposición de acogida si el corazón está cerrado a todo lo que el otro pueda ofrecernos?
El Corazón de Cristo está abierto de par en par para acoger los desvelos y los sufrimientos de la humanidad y consolar nuestro corazón desanimado en tantas ocasiones. Dios es amor y Dios es abrazo eterno. Así, la muerte, tan presente en nuestro mundo por esta pandemia que vivimos, es para los creyentes un abrazo eterno. Es el abrazo que Dios nuestro Padre nos regala al terminar el transcurso de nuestra vida terrena. Es el abrazo de quien es Padre; de quien es amigo; de quien es fiel y cumple su promesa. Nuestra vida se convierte en un continuo peregrinaje hacia el encuentro pleno y definitivo con Dios, un encuentro que se va anticipando y preparando a través de los sacramentos que nos dan la vida. ¡Bonita e inolvidable estampa la del abrazo de ese Padre al hijo pródigo! Dios nos espera siempre, porque Él, que tiene entrañas paternas y maternas, nunca se cansa de esperar. Que lleguen pronto los abrazos para recordarnos que formamos parte de una comunidad y que no estamos solos. Mientras tanto, contamos con el abrazo de Dios, que es eterno.
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y les damos nuestro devoto abrazo y les pedimos los ansiados y fraternos abrazos ¡al cielo con ellos! ¡todos de frente valientes!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes y un curso pastoral y cofrade, saludable, santo, fecundo, y sin temor alguno.
P.D: Entre hermanos, los de sangre y los de medalla, cada día de Semana Santa, se produce un abrazo que no es igual a cualquier otro. Los costaleros, los capataces, nazarenos, mantillas, aguaores, equipo de priostía… La Hermandad, la Cofradía. Es con todas las letras, mayúsculas además, el momento de conciliarse con el otro. Aunque se le haya visto hace escasos cinco minutos, aunque se vaya a volver a ver al día siguiente. El abrazo es el de un hermano al que se quiere, con el que se sonríe y con el que se llora. Es el abrazo de un Día Santo, que no es poco para quien lo recibe. Es el abrazo de un Día añorado, que pronto, pronto nos podremos volver a dar.
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