Mensaje de nuestro Consiliario Rvdo. Sr. D. José Gabriel Martín Rodríguez
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Inauguramos el mes de febrero y lo quiero hacer con María en el corazón. María, Señora de la Confianza y Madre de nuestra fe. Sabemos, en conciencia, que cuando en el mar de la vida se levanta una gran tormenta, con olas gigantes que agitan interiormente, uno siente la tentación de clamar como hicieron los apóstoles a Jesús: «¡Maestro, despierta, que perecemos!». Ante este grito desgarrador de súplica Jesús se levanta y, extendiendo sus brazos, se impone a los vientos y a las olas que quebrantan la paz y la serenidad del corazón. A continuación, surge su reproche por la falta de fe y de confianza: «¿De qué y por qué tenéis miedo?». Esta imagen es muy recurrente en nuestra vida, más aun, en las circunstancia de crisis sanitaria y económica que vivimos. Cada vez que grandes tormentas amenazan nuestra frágil estabilidad mundana Jesús nos enseña que nada ni nadie debe desestabilizar nuestra relación de confianza con Él si anhelamos convertirnos en auténticos discípulo suyo. Cada prueba de nuestra vida es una pedagogía del amor de Dios y de confianza en la providencia divina. Es en la prueba donde nuestro yo cristiano tiene la oportunidad de fortalecer el precioso don que hemos recibido del Espíritu Santo: la fe.
Cada prueba es una oportunidad de demostrarle a Dios que realmente creemos en Él, que cada acto de fe que profesan nuestros labios se convierten en un acto de amor verdadero; que toda nuestra voluntad se adhiere a su Providencia. Dios no impedirá nuestro sufrimiento pero lo transformará en fuente de gracia. Eso nos hace sentir la certeza de que no caeremos nunca en el abismo si creemos en Jesús.
Hay una evidencia cierta. Dios siempre da más de lo que esperamos. Dios se hace presente en cada acontecimiento de nuestra vida, incluso con esa apariencia de silencio con dosis de una ausencia desgarradora, pero en realidad esconde el misterio inefable de su amor omnipotente. Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que Él llamó según su designio. Es el orgullo y la soberbia los que frenan la eficacia de la fuerza del amor de Dios en nuestro corazón. Y es la humildad la que permite cualquier milagro del Señor. Lo hermoso sería poder decir, en la tormenta de la prueba: «Señor, no te hemos despertado aun cuando todo parece derrumbarse a nuestro alrededor porque tenemos certezas de tu presencia. No es necesario que calmes las olas y el viento ya que a tu lado nada tememos porque contigo nos bastamos».
El ejemplo más clarividente de confianza es María. Ella en sí es escuela de confianza. María vivió su fe con firmeza y con un abandono incondicional a Dios siguiendo a su Hijo en el camino del Calvario. En medio de la más terrible tormenta de la historia, la del odio del infierno contra el Redentor del Mundo que le provocó la muerte en Cruz, cuando todo parecía perdido y fracasado, Ella estaba allí. A los pies del madero santo. No levantó la voz. Se mantuvo en silencio. Confiaba en la promesa de su Hijo de resucitar al tercer día.
Dudar en tiempo de zozobra no es posible si uno está plenamente unido a los corazones de Jesús y de María. Y eso es lo que le pedimos a María en este mes de febrero, confianza plena, fe firme y abandono sin dudas.
¡Sí, María, Madre de la fe y de la confianza, Tu nos enseñas cada día a no dudar de Jesús, a tener confianza en los designios del Padre, a confiar plenamente en la fuerza salvadora de la Redención que actúa por mero amor y misericordia! ¡Ponemos en tu corazón de Madre todas nuestras luchas, nuestros miedos, nuestras incertezas! ¡Bajo el refugio de tu misericordia, María, nos refugiamos para caminar contigo en los mares procelosos de la vida! ¡Salve María, que estás íntimamente unida a la consagración redentora de tu Hijo! ¡Ilumínanos en el camino de la fe, de la confianza, de la esperanza y de la caridad! ¡Ayúdanos a vivir en la verdad y en el abandono en Cristo Tu Hijo! ¡Inmaculado Corazón de María, ayúdanos a vencer la amenaza del mal que tantas veces se arraiga en nuestro pobre corazón y nos hace perder la confianza y la esperanza y ofusca en nuestro corazón la verdad misma de Dios! ¡Que seas tú siempre ejemplo, María, que creíste ciegamente en la Palabra del Señor, esperaste siempre sus promesas y fuiste perfecta en la espera y en la confianza! ¡Ayúdanos a tener siempre un espíritu confiado y que vivamos piadosamente en constante acción de gracias por las dádivas del Padre y que nunca nos mostremos ingratos con lo que nos suceda en la vida! ¡Concédenos, María, no apartar de nuestro corazón el amor a tu Hijo, que le demos siempre infinitas gracias por todos los beneficios que de Él recibimos!
Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y les pedimos que en el mar de nuestra vida, zarandeado por la tormenta de la pandemia, su Amor venza al temor, y al Amor nos lancemos, porque esta es también la hora del amor que todo los vence y todo lo puede ¡al cielo con él! ¡todos de frente valientes!.
En este día de nuestro Santo Patrón San Cecilio, agradezcamos el don de la fe que nos legó, y pidamos su intercesión para que el Señor nos aumente la fe. San Cecilio protege a tu ciudad y a tu diócesis de Granada y líbranos de todo mal.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes saludable, santo, fecundo, y sin temor alguno.
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