Mensaje de nuestro Consiliario Rvdo. Sr. José Gabriel Martín Rodríguez
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Ayer me encontraba en una pequeña capilla rezando el Rosario, ante una imagen sonriente de la Virgen. Al terminar el rezo de la Salve le dije a María: ¡Gracias, Madre, ¡porque esta sonrisa tuya me permite comprender cuál es el verdadero compromiso del Adviento!
¡Que para mí es la alegría! Se lo dijo el ángel a María: ¡Alégrate, María, ¡porque Dios está contigo! Está con María, está conmigo, está con nosotros, está con la humanidad entera. La buena noticia es la ¡alegría!
La palabra ¡alégrate! que pronuncia el ángel en nombre de Dios abre un tiempo nuevo en el corazón del cristiano. Es un acto profundo de fe y de esperanza. Es un canto a la vida, a la comunión con Dios, a abrir el corazón, a sentir la liberación que viene de lo alto.
La palabra ¡alégrate! es el centro de la vida del Adviento. Es una palabra que no podemos quedarnos para nosotros, que tenemos que llevarla a nuestro mundo, que no puede quedarse guardaba en la caja fuerte de nuestro corazón sino de llevarla al mundo, compartirla, hacerla vida, comunicarla como hizo María cuando después de la Anunciación corrió a las montañas de Judea para encontrarse con su prima Isabel.
La palabra ¡alégrate! es una invitación para que cada cristiano la grite a los cuatro vientos y la comunique con el corazón abierto.
En Navidad pensamos en los regalos que haremos a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros hermanos… El mejor regalo navideño es llevar la alegría al corazón ajeno. Porque este ¡alégrate! es gratuito, no cuesta nada: basta con una mirada de complicidad, una sonrisa, un gesto de cariño, un extender la mano al que lo necesita, un decir «¡aquí estoy para lo que necesites!», un acto de entrega, un perdón sincero desde el corazón…
¡Alégrate!, por la presencia liberadora de Dios en tu vida; ¡Alégrate!, porque Dios viene a tu vida; ¡Alégrate!, por el regalo de María; ¡alégrate!, por la vida que Dios te regala que es canto de esperanza, acto de amor y de alegría.
¡Que en este tiempo de Adviento y en cada momento de tu, de mí, de nuestra vida, no te, no me, no nos falte nunca la alegría!
¡Madre, gracias por tu sonrisa cotidiana, por enseñarnos que la alegría es la esencia del cristiano! ¡Gracias, María, por tu mirada alegre, por tu enseñanza amorosa! ¡Gracias, María, porque nos enseñas que lo que Dios espera en este tiempo de Adviento es que estemos alegres! ¡Te pedimos, Espíritu Santo, que iluminaste a María el día de la Anunciación que nos otorgues siempre y en cada instante de nuestra vida el don de la alegría! ¡Te pedimos la alegría de la sonrisa, del corazón, del amor, del perdón; la alegría para cantar las grandezas del prójimo, de la vida que nos ha dado Dios, la del levantarnos de nuestras caídas por la misericordia divina, la nos llena el corazón de luz y de esperanza, la alegría que se abre a los demás, que lucha contra los problemas y las dificultades, que nos une a Dios, que inspira nuestra manera de actuar, que nos lleva a hacer las cosas bien hechas, que se entrega por los demás, que no se queja cuando las cosas salen mal…! ¡Llena nuestro corazón de alegría, como lo llenaste en María, para que sea una alegría repleta de bendiciones, de esperanza y de amor! ¡Danos la alegría para vivir sonriendo la fe, para impregnarlo todo de la sabiduría de Dios que hace que la vida sea motivo de alegría!
Comenzando un nuevo Adviento que nos prepara a una nueva Navidad (Novedad de Dios en nuestra vida), miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y les pedimos que nos alcancen el ser testigos e instrumentos, monaguillos y acólitos, nazarenos y mantillas, pertigueros y cañeros, costaleros y músicos, todo el cortejo por y para la alegría, porque esta es también la hora de la Alegría que nos nace y todo lo alegra y recrea, ¡al cielo con ella!
¡todos de frente valientes!.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un saludable, santo, fecundo, esperanzador y alegre mes.
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