Hace ya veintitrés años, Madre, que estoy debajo de tus trabajaderas el Lunes Santo, y no podría expresarte ya que me faltan palabras para explicar. lo que Tu me has dado estando a tu lado.
Yo sigo como el primer día, con la misma ilusión que cuando comenzamos los ensayos por primera vez, en la Iglesia de S. Juan de los Reyes, y Tu has hecho que se afiance mi fe en tu Divino Hijo y en Tí misma, ya que con el paso del tiempo, he visto que el sacrificio de tu Hijo por nosotros no fue en vano, y que tus «Dolores» nos han ayudado, para creer y fortalecer nuestra fe en la doctrina que El nos dejó.
No siento el peso, el dolor, ni la fatiga, porque quiero que te vea Granada entera, y pueda mirarte y admirarte, como lo hacemos tus costaleros y tus cofrades cada día del año, y que nuestro sacrificio no sea en vano pues, Madre, tu lo has dado todo por nosotros, por eso tenemos que seguir el ejemplo que nos dejaste, que es el amor, la entrega y el sacrificio a los demás, Amor por el que llegaste incluso a ver a tu Hijo morir en la cruz.
Cuando bajas la Carrera y los rayos del sol iluminan tu bendita cara, y en ella se reflejan tus lágrimas, lágrimas de agua bendita que nos bañan a todos los que te miramos, es como vemos que tus «Dolores» han hecho que nosotros, tus cofrades, nos demos a nuestros hermanos y te sientas orgullosa, porque damos testimonio de nuestra fe cristiana, y por eso te digo:
Llevarte quisiera Madre
sobre mis hombros por vida,
que tú eres la Reina de las Reinas,
a la que tus costaleros admiran.
Flor de la Carrera,
agua del Darro, viva,
quiero ser nieve en primavera
para llevarte quisiera,
sobre mis hombros por vida.
«Un costalero»
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